Brindis de gratitud

Brindis de gratitud

Por qué contar sólo anécdotas que ocurren en mostrador, cuando a diario también hay chascarrillos entre compañeros, en rebotica, en el laboratorio o en cualquier punto de la cadena de distribución. Cosas sencillas, como intentar ponerse el uniforme de un compañero con tres tallas menos, usar una muestra de leche de bebé para cortar el café (no recomendable, por cierto); otras más complicadas, como sacar una sonrisa durante obras y reparaciones en la zona de almacén y tener que irte a casa a asearte porque una fuga de agua residual te ha duchado; y otras más inverosímiles como tener que pesar un alijo de droga por petición policial.

A menudo damos por hecho las cosas que más merecen nuestra gratitud (Cinthia Ozick) y no paramos a pensar cuánta suerte, o poder, tenemos en la posición que ocupamos. La confianza que transmiten todos los que se acercan a diario a nuestros servicios, merecen nuestra gratitud.

Gracias a esas personas que al entrar en la farmacia dan las buenas horas con júbilo y ocupan cada rincón con su alegría; gracias a quienes se desplazan desde lejos buscando nuestra forma de trabajar; también a quienes muestran sus dotes de cortejo sin importarles el qué dirán, porque reblandecen el alma en momentos difíciles; cómo no, a esos pacientes que se acuerdan de todos los que componemos la oficina de farmacia y dedican un ratito de su tiempo en hacernos un queque, unos sandwiches o traernos una golosina, y que al pasar las semanas te dice: “te veo más repuestita, pero... con cariño”.

Gracias a los representantes por compartir y confiar un pellizco de sus vidas y por la paciencia que desarrollan ante preguntas afiladas cuando exponen formación del producto.

Gracias a todos los compañeros de trabajo, desde los que cuando les piden “¿chupa de Chico?” responden con un “de chico o de chica”, hasta los que ante la petición de “condones de sabores” responden: “mira, esto es un sitio muy decente…”. Cómo no, a los que dejan estupefactos ante la pregunta de cómo utilizar un colirio respondiendo: “debe instilar…”. No podemos olvidar a los que más años llevan ejerciendo, por enseñarnos cómo callar cuando trabajas sin estar al 100 % y un cliente te dice que el mal que padeces es “viento del hígado” (sequedad ocular).

Gracias a quienes componen la cadena en la trazabilidad de toda la mercancía que llega a la farmacia, por refrescarnos el enriquecido refranero: “El que nace pobretón es como el cabrito; o lo matan chiquitito o lo dejan pa´cabrón”, o el más isleño: “El conejo enriscó a la perra”.

“Concéntrate en todo lo bueno que te pasa, que a todos nos pasa mucho; y no en las desgracias, que a todos nos pasa alguna” (Charles Dickens).

Feliz Navidad y felices fiestas.

Julia Machado

Farmacéutica en Lomo Magullo