28 Oct El uso excesivo de analgésicos para la migraña aumenta el riesgo de su cronificación
La migraña es una enfermedad neurológica que se manifiesta en un dolor de cabeza intenso. Es extremadamente discapacitante y puede acompañarse de vómitos, intolerancia a la luz y al sonido y de otros síntomas que impiden el desarrollo normal de la actividad diaria, hasta el punto de que la OMS considera la migraña como la octava enfermedad más discapacitante de la humanidad si se atiende a días de capacidad por años vividos, por detrás de la esclerosis múltiple, el Alzheimer, la artritis y otras enfermedades musculoesqueléticas o cardiopatías. Según la Sociedad Española de Neurología, la sufren uno de cada siete personas, convirtiéndola en la sexta enfermedad más prevalente del mundo, afectando a más de mil millones de personas.
En demasiadas ocasiones, quien la padece suele automedicarse buscando un alivio que, casi siempre, termina agravando el problema, haciendo que el dolor sea cada vez más frecuente y difícil de tratar, reduciendo la efectividad de otros tratamientos y la cronificación de la enfermedad. En Canarias, el 18 % de la población la sufre, aproximadamente unas 400 000 personas.
Para preparar a los profesionales farmacéuticos y ayudar mejor a los pacientes, la Sociedad Canaria de Neurología (SOCANE) y los colegios oficiales de farmacéuticos de Canarias, han puesto en marcha una campaña que pretende concienciar a los pacientes y, más especialmente, formar a los profesionales sanitarios en esta enfermedad para que conozcan mejor los diferentes tratamientos y los riesgos del uso excesivo de medicación analgésica.
En palabras de Abián Muñoz García, presidente de SOCANE, “solo el 17 % de los pacientes utiliza una medicación correcta para el tratamiento sintomático de las crisis de migraña”, si bien, el 45 % de los enfermos “no tienen un diagnóstico específico”. Por otro lado, Muñoz indicó que “a pesar de que el 25 % de los pacientes necesitan un preventivo, solo el 5 % lo recibe”, dato basado en el Libro Blanco de la Migraña.
Señaló la importancia de que los tratamientos sean “individualizados”, y explicó las diferencias existentes entre los tratamientos médicos cuando se trata de una crisis leve- moderada o cuando son moderada-grave.
Asimismo, señaló que debe considerarse como uso excesivo el consumo de AINEs más de 15 días al mes; de triptanes, más de 10 días por mes; ergóticos, más de 10 días por mes; y, también, en el caso de los opiáceos, 10 días por mes.
Tratamiento no farmacológico
La médico de Atención Primaria María Altabas Betancor quiso resaltar durante su intervención que “siendo una enfermedad discapacitante, no pone en riesgo la vida, aunque resulta muy incómoda”.
Destacó la importancia de acudir al médico para ser diagnosticada la enfermedad y que se realice el seguimiento adecuado. Además, es “tan fundamental como seguir el tratamiento, que el paciente se conozca, pues los desencadenantes pueden ser variados”, añadiendo que “si bien puede ser bueno compartir opiniones y estados emocionales, esto no debe llevar a compartir medicación, ya que cada caso es diferente, aunque los síntomas sean similares o los mismos”.
El farmacéutico
“Como sanitario más próximo y cercano a la población”, comentó la farmacéutica Elena Angulo en su exposición, “el boticario tiene tres labores fundamentales: detectar la sospecha, derivar al médico y hacer el seguimiento”.
La accesibilidad de los pacientes y su tendencia a automedicarse hace que el farmacéutico tenga un papel fundamental en la detección de la enfermedad, ya que quien padece migraña se conforma, en muchas ocasiones, con soluciones momentáneas y puntuales, obviando la importancia de ser diagnosticado y tratado correctamente.
Angulo apuntó la relevancia que tiene mantener un seguimiento de las crisis, apuntando las fechas y los hechos que la preceden, de manera que se pueda establecer alguna pauta al respecto.
La mirada del paciente la puso Ernestina Mendoza, quien aseveró que el tratamiento adecuado “vuelves a la normalidad”. En este sentido dijo: “mi neurólogo me cambió la vida”.
Su experiencia podría ser la de la mayoría de los enfermos de migraña. “Comencé automedicándome”, dijo, “los médicos no me diagnosticaban ni me daban alternativas, lo que hacía que no pudiera tener una vida normal. Ni salía, ni comía, ni podía trabajar muchas veces, o hacía las cosas mientras sufría terribles dolores de cabeza. Tras ser diagnosticada y tratada, mi vida es otra, es normal”.
